To choose
To understand that I have not chosen is quite revolutionary, or at least quite provocative, as my friend Danny would say. In any case, this comprehension has the magical and unequivocal ability to liberate me internally. Which is always positive and comforting.
As the eleventh Principle of valid action advises, “It does not matter in which faction events have placed you. What matters is that you comprehend that you have not chosen any faction.”
This is a complicated theme because of the enormous effort that has been dedicated to convincing humanity that our existence requires some kind of “identification” – with a cause, a religion, an ethnicity, one’s education, etc. etc. etc. The list is endless, as are the reproaches if you decide not to do it. And in this process of identification we simply get chained to beliefs that awaken in us a blind impulse to defend them at all costs whenever they are questioned. This is where the enemies and the allies come in, together with all the superstructures of justification for such beliefs.
In reality, the problem lies not with the factions but with the fact that we have not chosen any faction. No one is born belonging to a faction. But of course without giving us any time to reflect, the environment starts working on us and our “identity” gets configured according to the geographic location we were born in and everything else that goes along with that: language, ethnicity, education, social and economic strata, etc. It’s very difficult to avoid having our identity configured in all those ways; in fact, it’s impossible…. But what IS possible is to reflect more deeply, which lets me see that none of this has been my choice.
So I ask myself: What’s the problem with having received all this that I have no control over at all? And I answer: There’s nothing either good or bad about all these aspects of my identity, because what I’m proposing is simply the lack of choice, without speaking in terms of good or bad. I don’t need to question what I’ve received… unless it causes problems for me. Unless it makes me violent inside or makes me violent to others.
If I feel like a prisoner of my beliefs, if I feel like my faith is being attacked, then I need to reflect on this weakness that is mine and no one else’s. But if my faith is in what is beyond the circumstantial, beyond what I have acquired, beyond the “natural,” then it’s not so hard to understand that these divisions, these factions, are not as solid as they might seem. Otherwise they would not need so much defense and violence to maintain them.
All this is complicated because the mere idea of not being part of any faction in particular gives us a sensation of abandonment, of being set intellectually and emotionally adrift. Of being alone and unprotected. The tendency to be attached in general is so strong that the idea of liberation is a little intimidating. It’s like being left with nothing, like being a weathervane turning in the wind, like being without commitment, being unable to “define” oneself, etc. etc. etc…
This essay already has too many etceteras, but that is testimony to the interminable litanies connected to this theme of understanding that one has not chosen any faction, which is why understanding it is not easy. What’s more, this is not a call to abandon any faction, and that’s even more difficult to integrate. This is a call for mental liberation, which has little to do with the external. If I am able to understand, if only for instants and not as deeply as I might wish, that it is the “mental” that enchains me, that it is what I “believe” that generates suffering, that it is what I “defend” that gets me into messes, that it is what I “attack” that produces problems for me and others, then I will direct my “re-flections” toward those beliefs in order to understand them. With no need to abandon anything at all… because my effort is directed toward freeing myself of the suffering caused by this “identification” that is nothing more than reveries and beliefs.
This inner capacity to see and understand my internal mechanisms and my responses is what I am interested in developing. Sometimes I manage to see that I have no need to defend or attack anybody or anything. Those are the best moments in this process because then I am at peace with myself and I can see that I have truly chosen very little, and this is the understanding I need if my actions are going to be truly valid.
Something important to clarify about this attitude is that it implies absolutely no need to explain the incoherent actions of others. I do not need to explain that the other person had a difficult childhood or give any of the fashionable psychological explanations. No, there is no need to explain anything. The point of comprehension is with myself, and that is where my reflection begins and ends.
November 9, 2020
Elegir
Comprender que no he elegido es bastante revolucionario o por lo menos, bastante provocativo, como diría mi amigo Danny. Sin embargo esta comprensión tiene la mágica e inequívoca cualidad de liberarme internamente. Lo que no deja de ser positivo y reconfortante.
“No importa en que bando te hayan puesto los acontecimientos, lo que importa es comprender que no has elegido ningún bando” es la sugerencia del Principio de acción válida No. 11
Este es un tema complicado por la cantidad enorme de esfuerzo puesto en convencer a la humanidad de que nuestra existencia necesita una “identificación” con una causa, una religión, una etnia, una educación, etc, etc, etc. La lista es interminable y los reproches también si uno decide no hacerlo. Y en este proceso de identificación simplemente quedamos encadenados a creencias que al ser cuestionadas despiertan en nosotros el impulso ciego de defenderlas a toda costa y ahí aparecen los enemigos y los aliados junto con todas las superestructuras de justificación de tales creencias.
En realidad, el problema no está en los bandos sino en el hecho de que no hemos elegido ningún bando. Nadie nace siendo parte de una facción. Es cierto que el medio inmediatamente empieza a operar sobre nosotros y sin siquiera darnos tiempo a reflexionar, nuestra “identidad” está configurada de acuerdo al lugar geográfico en que nacemos y todo lo que eso conlleva; lenguaje, etnia, religión, educación, estrato social, estrato económico, etc. Es muy difícil escapar de toda esta configuración. De hecho, imposible…pero lo que sí es posible es esa reflexión más profunda que me permite ver que no ha habido elección alguna de mi parte.
Entonces, me pregunto a mi mismo: Que hay de malo en todo esto que he recibido y que no tengo control alguno? Me respondo: No hay nada de bueno ni de malo en todo esto que es parte de mi identidad porque lo planteado es simplemente la falta de elección y no en términos de bien o mal. No necesito cuestionar lo recibido…a menos que me cause problemas. A menos que me cause violencia interna o que cause violencia a otros.
Si me siento prisionero de mis creencias, si me siento atacado en lo que deposito mi fe, entonces debo reflexionar sobre esa debilidad que es mía y no del otro. Pero si mi fe está puesta más allá de lo circunstancial, de lo adquirido, de lo “natural”, entonces no es tan difícil entender que estos bandos, estas facciones no son tan sólidas como parecen ser. De otro modo no necesitarían tanta defensa y tanta violencia para mantenerlas.
Es complicado todo esto porque la simple idea de no estar adherido a un bando en particular, nos da una sensación de abandono, de estar a la deriva intelectual y emocionalmente. De quedarnos solos y desprotegidos. Es tan fuerte la tendencia al apego en general, que la idea de liberación es un poco atemorizante. Es sinónimo de quedarse sin nada, de estar como una veleta al viento, es falta de compromiso, es incapacidad de “definirse”, etc. etc. etc…
Este escrito tiene ya demasiadas etcéteras, pero es testigo de las letanías interminables respecto al tema de la comprensión de no haber elegido ningún bando y por eso mismo no es algo fácil de hacer. Más aún, no es un llamado a abandonar ningún bando y eso es incluso más difícil de integrar. Este es un llamado a la liberación mental y tiene poco que ver con lo externo. Si logro comprender aunque sea por instantes y no tan profundamente como quisiera, que es lo “mental” lo que me encadena, que es lo que “creo” lo que genera sufrimiento, que es lo que “defiendo” lo que me causa líos, que es lo que “ataco” lo que produce problemas conmigo y con otros, entonces dirijo mis “re-flexiones” hacia esas creencias para poderlas comprender. Sin necesidad de abandonar absolutamente nada…porque mi esfuerzo está puesto en liberarme del sufrimiento causado por esta “identificación” que no es más que ensueños y creencias.
Esta capacidad interna de poder ver y comprender mis mecanismos internos y mis respuestas, es la que me interesa desarrollar. A veces logro sentir que no necesito ni defender ni atacar a nadie ni a nada. Esos son los momentos mejores con respecto al tema porque estoy en paz conmigo mismo y puedo ver que es poco lo que he elegido verdaderamente y esta es la comprensión que necesito si verdaderamente mi acción es válida.
Algo importante de aclarar con esta actitud, es que no necesita en absoluto una explicación por las acciones incoherentes de otros, no necesito aclarar que el otro tuvo una infancia difícil o cualquiera de las explicaciones psicológicas de moda. No, no es necesario decir ni aclarar nada. El punto de comprensión es conmigo mismo y ahí comienza y termina mi reflexión.
Noviembre 9, 2020
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