CORRESPONDENCE
On Illness (Spanish)
Debido a mis diversos problemas con enfermedades graves, a menudo me piden consejos o al menos una perspectiva siloísta sobre temas de salud. Realmente no siento que soy una autoridad en estos temas, pero siempre he tratado de compartir al menos mi experiencia y mis reflexiones sobre esa experiencia. Mis respuestas se volvieron más elaboradas y, en algún momento, sentí que la carta bajo el título “Salud-Algunos pensamientos” era una muy buena expresión de lo que quería decir.
Hola.
Es un gusto conocerte aunque sea en estas circunstancias difíciles. Espero que estos problemas de salud se solucionen rápidamente. Estoy seguro de que nuestros amigos te darán muy buenos consejos en este sentido y que no tendré mucho que agregar. Lo que sí puedo compartir contigo, y que creo encontrarás interesante, son algunas observaciones y recuerdos sobre cómo vi que el Negro respondía a diversas preguntas de la gente (yo incluido) respecto de los problemas de salud.
Una cosa que siempre me sorprendió en sus respuestas a este tipo de preguntas, es que de algún modo siempre eran las mismas, independientemente de quién preguntara o cuál fuera el problema médico. O por lo menos eso se dio en las situaciones de las que fui testigo; en esos casos el Negro siempre recomendaba obtener la mejor atención médica y seguir las indicaciones. Aun cuando las personas sintieran que preferían algún otro tipo de medicina, más natural o menos ligada a la industria farmacéutica, etc., él siempre los alentaba a recurrir a los médicos y lo que éstos podían ofrecer.
Lo que a mí me parecía, es que no lo decía porque él creyera que los médicos siempre tenían razón – de ninguna manera-, sino más bien, porque tenía un gran respeto por la intención subyacente del impulso histórico, que hay detrás del desarrollo de la medicina. De modo que, a pesar de las distorsiones y fallas que hay en la medicina, era algo de gran valor. Sin duda las teorías y los tratamientos seguirán cambiando, pero lo que teníamos en un momento dado era lo mejor disponible. Recuerdo sus comentarios sobre médicos y científicos, por ejemplo, en el capítulo 13 de El Paisaje Interno, donde dice: “Por ello quiero a los santos que no temen sino que verdaderamente aman. Quiero a los que con su ciencia y su razón vencen a diario el dolor y el sufrimiento. Y, en verdad, no veo diferencia entre el santo y el que alienta la vida con su ciencia. ¿Qué mejores ejemplos, qué guías superiores a esos guías?”
Este enfoque era muy diferente de aquel que recibía de muchos amigos bienintencionados cuando yo estaba enfermo. Ellos consideraban a la ciencia y la medicina como a un enemigo. Creo que las fallas de la medicina moderna y la corrupción de la industria farmacéutica no son ningún secreto. Sin embargo, a pesar de todo, Silo destacaba lo bien que podían hacer.
Esto me recuerda su actitud respecto de la causa de las enfermedades. Como seguramente sabrás, en distintas ocasiones habló de que la enfermedad podía surgir de la somatización, el papel que juega la contradicción en la enfermedad, etc. Mis conversaciones con él sobre esta cuestión, me hacen decir que no se lo debe tomar fuera de contexto ni en forma parcial. ¡El creía en la teoría de los gérmenes! Me hablaba de cómo la enfermedad podía ser provocada, o la salud debilitada, por la contradicción, pero que también había otras cosas: bacterias, virus, genética, factores ambientales y genéticos, etc.. Recuerdo que me preguntó si yo creía que un niño nacido con Sida o con cáncer, o con una deformidad, sufría por una contradicción. Esto se daba dentro del contexto de que yo estaba tratando de entender el origen de mi cáncer. Él insistía en que ciertos problemas nacen de la exposición a determinadas toxinas, etc. y que uno no debería echarle la culpa de todo a factores psicológicos o emocionales.
Me hizo reflexionar mucho sobre mi deseo de poder encontrar una razón para la situación en la que me encontraba y en cómo somos forjadores de sentido, correspondan éstos a la situación o no. Nuestra necesidad de tener un relato que explique lo que está pasando, puede ser muy fuerte. Eso no es ni malo, ni bueno, pero el hecho de tratar de tomarlo en cuenta y considerarlo como un mecanismo (la proyección del sentido) me ayudó a comprender muchas cosas sobre la forma en que armo mi paisaje interno.
Habrás visto este mecanismo básico en ti misma si has hecho los ejercicios de autoconocimiento con imágenes (mirar las formas en el plomo derretido, o en la llama de fuego, o tal vez simplemente mirando las formas de las nubes).
Sé que la situación de cada uno es muy diferente, pero me resultó muy útil pensar en mi enfermedad como un accidente al que podía darle sentido, en vez de tratar de descubrir qué fue lo que causó esto o lo otro. Es como cuando estudiamos nuestra autobiografía y usamos la categoría “accidente” para todo lo que no habíamos planificado. Por cierto que a lo largo del camino descubrí muchas cosas sobre mis contradicciones, pero también sobre las cosas muy positivas que había en mí.
El Negro también dijo que en el caso de una contradicción lo suficientemente fuerte como para causar somatizaciones, uno no tendría que buscar mucho – sería obvia. Imagino que en estos casos uno podría orientarse directamente a esos nudos. Esta fue la situación de un amigo mío, aproximadamente al mismo tiempo de mi enfermedad. El consejo del Negro fue que trabajara sobre ciertas imágenes/ situaciones que mi amigo sabía que estaban conectadas con un fuerte sistema de tensiones e imágenes.
Otra de las pocas cosas que él siempre parecía destacar, en todos los casos (que yo conozca) es lo importante de “poner bien la cabeza”. Este simple recordatorio fue muy importante para mí, tanto para enfrentar una cirugía mayor, como para lidiar con el trastorno físico y emocional de la quimioterapia.
Para darte un ejemplo, cuando descubrí que tenía cáncer algunos de mis amigos me dijeron cosas como “qué suerte que conoces a Silo, lo puedes llamar y pedirle ayuda”. De hecho, demoré bastante tiempo en hacerlo, ya que realmente sentía que él ya me había dado todos los elementos que necesitaba para hacerle frente a mi vida como a mi muerte. Tenía muy claro que todo lo que necesitaba estaba en las enseñanzas que nos había dado – y que me tocaba a mí aplicarlas. Pensé mucho sobre cómo, hasta las partes más “psicológicas” de su enseñanza, me podían ayudar. Me puse como meta ganar en unidad interna en base a mi situación. No es que pensara que era bueno sufrir, sino exactamente lo contrario, que aun esta situación dolorosa la podía poner al servicio de mi propósito. Hice todo lo que pude para descubrir algo útil en mis problemas de salud, para que el sentido de la situación residiera en cómo podía hacerme crecer internamente, y no en que si iba a vivir o morir, o si sería dolorosa o no.
No fue fácil mantener esta posición mental. Fracasé una y otra vez. Pero esos fracasos no importaban porque estaba desarrollando una dirección mental. Desarrollé todo tipo de trucos para reforzar la forma en que quería “poner la cabeza”. Usé el comienzo de la “Guía del Camino Interno” como aforismo. Recuerdas que dice: “Por el camino interno puedes andar oscurecido o luminoso. Atiende a las dos vías que se abren ante ti.” Constantemente volvía a esta frase y me decía que si uno usa la mirada interna en todo momento, uno está en el camino interno – ¡no simplemente cuando uno tiene los ojos cerrados! Así que ahora podía caminar en la luz o la oscuridad, etc. etc. No sé si ese mantra le habría ayudado a otros, pero era el que yo necesitaba oír. Me ayudó a reforzar mi intención para crecer internamente a partir del percance.
Algunos de mis trucos fueron todavía menos doctrinarios, incluso hasta ridículos, pero me fueron útiles. Por ejemplo, cuando sabía que iba a venir gente a visitarme, me aseguraba de estar afeitado y bien vestido (por lo general no suelo prestar mucha atención a esas cosas). Lo hacía, aunque me sintiera muy mal debido a la quimioterapia. Mi intención era evitar tener climas negativos a mi alrededor, puesto que quería convertir la situación en algo positivo para mi trabajo interno. Sentía que si tenía aspecto de enfermo, era mucho más probable que las personas me trataran como enfermo y eso no me ayudaría a reforzar la forma en que yo quería “poner la cabeza”. Cultivé todas las conductas que creí que me ayudarían en esa dirección.
Bueno, estos tal vez no sean grandes ejemplos. Pero el comentario del Negro, de que quizás lo más importante fuera este pequeño tema de la actitud, o dirección mental, resultó ser clave.
Si ese consejo, el de usar lo mejor de la medicina moderna y poner bien la cabeza (y no culparse ni culpar a otros por este accidente) fue siempre el mismo, hubo otro aspecto que (por lo que vi) siempre fue diferente. Es decir, parece que él no tenía una “receta” única. En algunos casos aconsejaba hacer lo que decía el médico, tratando de descansar y no mucho más. En otros casos sugería enfoques más técnicos. Estos enfoques podían variar mucho. Nunca entendí exactamente qué factores producían una u otra “receta”. Supongo que en parte se debía a la clase de enfermedad y su gravedad. Parecía claro que otro factor era simplemente la situación de las personas, por ejemplo, si tenían energía suficiente para trabajar con imágenes con suficiente fuerza como para producir un impacto en el cuerpo, qué clase de trabajo interno conocían, etc.
Ariel sugirió que podría resultar útil contarte algo de mi experiencia utilizando transferencia en el caso de mi cáncer. No sé cuán útil te será, pero con todo gusto te cuento.
Pasó hace casi 20 años. De regreso a Canadá después de una reunión en el sur, inesperadamente me diagnosticaron un cáncer linfático muy avanzado y agresivo. Como ocurre a menudo con este tipo de cáncer, cuando me lo diagnosticaron ya se había extendido a varios órganos y huesos. Los médicos estimaron que sin tratamiento, yo no viviría mucho tiempo.
Hablé con el Negro al respecto y le pedí consejo. Pero también le dije que sentía que lo que nos había enseñado me había preparado bien para hacer frente a la situación, fuera ésta de vida o de muerte. Lo sentía así muy fuertemente, pero, por supuesto, prefería la idea de vivir. Tenía muchos proyectos, una relación muy linda y dos hijos chicos.
Mi amigo Salvatore vino a visitarme . Había comentado la situación con el Negro y creía que me podía ayudar. Salva y yo éramos buenos amigos y habíamos hecho mucho trabajo juntos, a lo largo de los años. Creo que esto fue importante: nos teníamos afecto y nos teníamos confianza. También los dos habíamos trabajado mucho con transferencias y experiencias guiadas.
Pasamos algunos días como dos amigos que están de vacaciones. Paseamos como turistas en Toronto. Pero entre medio hablábamos de mi situación y de lo que podíamos hacer al respecto. Salva me explicó que él había tenido experiencias interesantes trabajando con personas con enfermedades graves. Me explicó que habían usado técnicas transferenciales para mirar hacia dentro y encontrar “seres” que pudieran ayudarlos a resolver el problema. Me preguntó si yo estaba interesado en ese tipo de enfoque. Por supuesto que lo estaba, pero al tratar de formular los detalles de la forma de trabajo, nos encontramos ante el primer problema. No lográbamos ponernos de acuerdo sobre el propósito del trabajo.
Ambos sentíamos que sería interesante y posiblemente importante encontrar este “personaje” interno al que le podría pedir ayuda – ¿pero ayuda en qué? Salva consideraba que la cuestión era recuperar mi salud y que ese debía ser el foco del trabajo. Yo consideraba que, como tarde o temprano todos morimos, lo que necesitaba era comprender y que mi salud era un tema secundario.
Menciono todo esto porque creo que estas actitudes y climas tuvieron un efecto importante sobre la forma en que se desarrolló el trabajo.
De todos modos decidimos seguir adelante. Terminamos haciendo una sola transferencia. Fue muy larga. Mucho más larga de lo que cualquiera de los dos hubiera imaginado. No te aburro con los detallas, no estoy seguro si mis contenidos o paisajes evoquen cosas a otras personas. Sin embargo, vale la pena destacar que encontré varios personajes, y que al final, terminamos tratando los dos temas: la comprensión y la salud.
¿Me curó la transferencia? Es evidente que nunca lo podremos probar, porque al mismo tiempo estaba recibiendo la quimioterapia convencional. Pero creo que efectivamente hizo una diferencia enorme en mi recuperación y mi comprensión.
Aquí viene una última anécdota que creo te podría resultar interesante. Antes de comenzar este trabajo, Salva y yo acordamos que él sería mi guía para esta transferencia, pero que unos días más tarde yo también le guiaría una. Él no estaba enfermo, pero estaba pasando por una especie de crisis personal que no había podido resolver. Extrañamente, después de mi transferencia cambiamos el plan, porque de alguna manera al guiar mi transferencia, él había encontrado la solución a su problema. A través de este trabajo como “guía”, o tal vez en el contacto con estas “entidades” (aunque haya sido en forma indirecta), o tal vez a través de algún otro mecanismo solidario, también él había hecho su trabajo transferencial.
Bien, espero que algo de todo esto te sea útil. Por favor transmite mis cálidos saludos a Silvia y Ariel. Y cuando tengas un momento, cuéntame cómo te está yendo.
Cariñosos saludos y un fuerte abrazo,
Danny
Parte 2
Hola otra vez
Siento escribirte otra larga carta en inglés, pero mi español no está a la altura de esta tarea. Espero que puedas entender estas notas, y que resulten dignas de ser descifradas. Estoy escribiendo porque pensé en otro caso relacionado con la enfermedad y el trabajo transferencial que puede ser de interés para ti. Es muy diferente a mi experiencia personal, pero de alguna manera la complementa. Mi experiencia fue sobre mi pasado y sobre mi orientación hacia el futuro, y se concentró en un guía interno que me ponía en contacto con una fuerza capaz de transformar mi cuerpo. O al menos eso fue lo que experimenté. Este otro caso tarta más bien de resolver (o no) contradicciones arraigadas en un nudo biográfico específico.
Tú recordarás que te mencioné que el consejo del Negro podía ser muy diferente para cada persona que pedía ayuda suya, en relación al tema de su salud. El nunca se presentó como un sanador, pero por supuesto las personas pedían su orientación sobre diferentes aspectos de sus vidas, incluyendo éste, y lo podían sobre todo cuando las otras soluciones habían fallado. Como te escribí antes, siempre los alentaba a buscar lo mejor que la ciencia médica moderna tuviera que ofrecerles.
A veces su consejo parecía de sentido común: descansar, cuidarse, etc. Siempre (en los casos que vi) él enfatizó la importancia de “cómo pones tu cabeza”, o sea, la dirección mental o actitud. Pero a veces también daba un consejo muy específico sobre otros enfoques posibles o técnicas y, a diferencia de las sugerencias generales, éstos no eran necesariamente los mismos para todas las personas. De ninguna manera.
Dada nuestra formación (como siloístas), nada raro que muchos de nosotros buscáramos la explicación de nuestras enfermedades en lo psicológico o interno. Tendemos a comprender la enfermedad como somatización de sistemas permanentes de tensiones internas profundas; dejando fuera las tensiones secundarias o puntuales. Entendemos por ejemplo que la contradicción profunda, estaría al origen de tales tensiones. Pero también debemos tomar en cuenta la tendencia de la conciencia de percibir patrones, de buscar relatos, de buscar comprenderse mediante un relato: nos gustan las explicaciones que nos explican por qué están ocurriendo las cosas. Tengo un accidente, y de algún modo me siento mejor si me lo explico a mí mismo como los resultados del destino, o dios, o lo que sea. ¿Quién no ha escuchado, o se ha repetido a sí mismo frases como “Las cosas suceden por alguna razón”? Podría ser cierto, o no; pero en cualquiera de los casos podemos comprender los mecanismos que subyacen en la tendencia de nuestra conciencia para estructurar las cosas de ese modo.
Es en ese contexto que pensé que los comentarios de Silo sobre otras causas, no las internas, eran muy importantes. Mi comprensión de nuestras conversaciones sobre ese tema fue que, en algunos casos, aun cuando en algunos casos era útil buscar explicaciones de una naturaleza psicológica o existencial, en muchos casos las enfermedades se generaban por causas ambientales, genéticas, o biológicas (o por una combinación de todas ellas). Sin duda, incluso teniendo en cuenta eso, no era difícil ver cómo todos esos aspectos podían trabajar en conjunto, y cómo los factores internos podían predisponernos a vernos afectados por los factores externos y viceversa.
Mientras tanto la ciencia avanza en su investigación acerca de esta conexión. De hecho el otro día vi un informe acerca de cómo se puede demostrar que los eventos psicológicos traumáticos afectan los mecanismos que controlan el envejecimiento. Esto ocurre así porque el estrés suelta unas sustancias químicas (o lo que fuera) que dañan parte de los cromosomas (telómeros) que juegan un papel en el envejecimiento biológico. Una asombrosa visión sobre la conexión entre los factores internos y los biológicos, si termina siendo confirmada. Pero hay otras maneras de analizar esa relación entre la experiencia interna y el cuerpo, además de las del laboratorio médico.
En mi correo electrónico anterior te comenté un poco sobre el trabajo transferencial que hice en relación con mi salud. No era una transferencia que tratara de los problemas biográficos específicamente. Entramos en el espacio interno y nos movimos por los niveles con la esperanza de tropezar con una figura interna, o una “entidad” que quizás pudiera actuar como una suerte de guía en este asunto, quizá incluso solucionando el problema físico.
Por supuesto, a nivel teórico todo esto sintoniza con las ideas acerca de la función de la imagen y su relación con el cuerpo. Las imágenes no sólo podrían tener un impacto – como portadoras de carga – sobre el cuerpo en forma negativa, sino también positiva. No toda imagen puede hacer eso; tendrían que ser traducciones adecuadas del sistema de tensiones subyacente. También tendrían que llevar la energía suficiente. Además, también tendrían que ser emplazadas en la profundidad adecuada en el espacio de representación. Hay muchas personas que proponen trabajar con la imágen de células buenas derrotando a células malas, etc. Estas “visualizaciones” están orientadas a utilizar el poder de las imágenes. Sin embargo, puede ser que tales traducciones no sean adecuadas, y que se requiera algo más cercano al nivel de “alegoría” y menos de “sígnica”. Aun cuando pueda ser una imagen adecuada, su emplazamiento en el espacio (en profundidad) es fundamental, si debe actuar sobre los sistemas vegetativos.
Desde este punto de vista uno puede imaginar varias formas de trabajos más o menos adecuadas, con imágenes con las que se intenta actuar sobre el cuerpo. Algunos de éstas podrían parecerse a operaciones psicológicas, otras a ceremonias, y aun otras a prácticas médicas inusuales. Como lo sabes, mi experiencia personal fue un tipo de trabajo transferencial que encaja más o menos con las técnicas y las ideas explicadas en el libro “Autoliberación”.
Esto representa un tipo particular de trabajo pero, como te dije, quería comentarte otro. Implicaba una técnica similar, pero utilizada de una manera muy diferente, para abordar un tipo de situación diferente. Éste es el caso de mi amigo E. Ocurrió sólo unos pocos años después de mi experiencia con el cáncer y la transferencia, y pienso que desde varios puntos de vista, es un ejemplo interesante. Como verás, su enfermedad es causada por estar expuesto a una toxina ambiental (el asbesto). Sin embargo, en el caso de E., la conexión con factores internos parecía evidente. Esto podría ilustrar cómo la situación “interna” y los eventos “externos” se refuerzan entre sí. Al fin y al cabo, Todos estamos expuestos a estos contaminantes ambientales, ¿por qué entonces una persona en particular, o una persona determinada en un momento definido, se vuelven vulnerables a ellos?
E era uno de mis amigos más íntimos. Había sido uno de los primeros miembros de un grupo que formé cuando entré en contacto por primera vez con la enseñanza de Silo. Nos habíamos conocido y habíamos trabajado juntos por años. Llevaba un tiempo en que ya no se sentía bien. Se quejaba, se sentía débil y con dificultades respiratorias. Después de una visita al médico que no fue muy provechosa, acudió a sanadores y a terapias alternativas de todo tipo en un intento de sentirse mejor. Probó diversas dietas, terapias holísticas, etc. Entonces se le diagnosticó una forma rara de cáncer, que afectaba el revestimiento de sus pulmones y que estaba relacionado con la exposición al asbesto.
El pronóstico no era bueno. Se le dijo que la enfermedad estaba muy desarrollada y que los tratamientos disponibles solo podían ayudar a estabilizarlo (sentía mucho dolor en el pecho) y quizás atrasar el resultado fatal; se pensaba que sólo le quedaban unos pocos meses.
Tuve la oportunidad de hablar de esta situación con el Negro, y le conté lo que sabía. Aunque él se había encontrado con E. en unas pocas ocasiones, se acordaba muy bien de él. Antes de que termináramos la conversación, me sorprendió diciéndome que E. había estado por aquí cuando trabajamos en transferencias, y que seguramente tenía sus apuntes de esa vez. Él sugirió (y tengo que confesarte que yo encontraba todo ello muy extraño) que si E. pudiera revisar sus notas, encontraría el material relacionado con su situación actual.
Luego comentó que esas notas podrían darle indicaciones de cómo trabajar, pero que se requería mucha energía para que las imágenes actuaran sobre el cuerpo y que la energía de E. iba disminuyendo rápidamente a medida que la enfermedad avanzaba. Si se debilitaba demasiado, no podría llevar a cabo estos trabajos. El Negro comentó que si E. pudiera encontrar esos apuntes, podría usar los descubrimientos que había hecho en aquel momento para trabajar con esas imágenes y los sistemas de tensiones que tradujeron, y quizás invertir su efecto. El dijo que esto podría ser al menos nuestra hipótesis de trabajo. Recuerdo estar sorprendido al encuadrar esto en esos términos un tanto experimentales.
Todo esto parecía muy inverosímil. Yo estaba sorprendido por lo bien que él recordaba a E., incluso recordó detalles en que E. había estado cerca cuando estábamos trabajando en transferencia; pero ¿cómo estaba tan seguro que E. había guardado sus apuntes (de unos años antes) y que en los apuntes estaría el material que lo ayudaría en la situación actual? Por supuesto le conté a mi amigo lo que había dicho Negro. Me sorprendí al ver que E. sabía exactamente dónde estaban esos apuntes, y encontró inmediatamente la parte clave. ¿Recuerdas cómo su problema de salud estaba centrado en su pecho? Bien, según lo que recuerdo, esos apuntes describían imágenes de estar en un espacio cavernoso, había un río lleno de líquido negro viscoso y venenoso que se desparramaba en el paisaje y alrededor, figuras congeladas de personas que eran parte de su pasado. En sus notas él interpreta todo esto y comenta que estas imágenes estaban relacionadas con un sistema profundo de tensiones en su pecho.
Así que había materia prima con la cual trabajar. Todo parecía encajar perfectamente con su situación actual. ¿Acaso era posible que él estuviera predispuesto a la acción del contaminante ambiental – que lo estaba matando, según los doctores – debido a estos problemas biográficos persistentes y sin resolver (las personas congeladas), conectados a un sistema de tensiones e imágenes ubicdas en su pecho? ¿Quién sabe? Pero así es cómo él lo entendía. ¿Podría él salvar su vida, usando estas imágenes en técnicas transferenciales para actuar sobre esas tensiones? Esa era la hipótesis; pero, como lo había señalado el Negro, sólo teníamos una pequeña ventana para actuar, antes de que E. ya no tuviera suficiente energía para esta clase del trabajo. Recuerdo que el Negro se había referido a ello como una carrera. Sea cual fuere el resultado, indudablemente valía la pena el intento. O así lo pensé. E. no lo sintió de la misma manera.
Casi inmediatamente se hizo claro que no iba a ser tan fácil o sencillo. Justo antes de esto, el Negro había formulado la pregunta básica para todos nosotros: “¿Quieres vivir? Si es así, ¿en qué condiciones, y qué estás dispuesto a hacer para crear esas condiciones?” Ahora E. me dijo que no estaba seguro. No estaba seguro si quería vivir. Me dijo eso: “La vida es demasiado difícil. Sólo quiero desaparecer. No estoy seguro que el esfuerzo valga la pena”. Me dijo que había seres únicos, como Silo, que podían trascender la muerte, debido a su unidad interna, para mí (dijo E., hablando de sí mismo), no hay nada más allá de esta vida. Mi cuerpo morirá y desapareceré como sucede con una luz cuando se apaga. Eso es todo lo que hay.
Con un poco de persuasión finalmente aceptó analizar la situación y así, después de revisar lo que sabíamos, comenzamos nuestra primera transferencia. No nos fue bien. Encontramos resistencias desde el primer momento. No era que fuese difícil conectar con las imágenes. Encontramos rápidamente nuestro camino hacia el paisaje descrito en sus viejos apuntes. Sólo que no podíamos cambiar las imágenes o los climas. Durante las semanas siguientes, la salud de E. se deterioró rápidamente. Estaba perdiendo peso rapidamente. Su dolor y su fatiga iban empeorando. De todos modos seguimos, pero no parecía que avanzáramos, y su clima nihilista se fue haciendo más fuerte.
Pero resulta que Salvatore se había trasladado por un tiempo a enseñar en la Universidad Rutgers de New Jersey. Él y E. también eran buenos amigos, y Salva seguía la situación atentamente. En un momento sugirió que E. lo fuera a visitar, mientras aun pudiera viajar. Como yo vivía cerca del aeropuerto, E. dejó su auto en mi casa y pasamos unas horas juntos antes de que partiera a ver a Salva. Una vez más reiteró la idea de que vivir era demasiado difícil, insistía en que era inconcebible que algo pudiera continuar más allá de la muerte del cuerpo. Nos morimos y nos transformamos en “comida para los gusanos”. Eso era todo. ¡¡Y punto!!
Con ese tono partió a estar algunos días con nuestro amigo. El plan que tenían era continuar con el trabajo; aunque a mí me parecía que esto no tenía mucho sentido, dado el clima que tenía E. y su aparente elección de la muerte por sobre la vida.
Algunos días después sentí golpear a mi puerta. E. había regresado y podía captar que algo había cambiado. Todavía tenía un aspecto esquelético y pálido, pero no había duda de que estaba distinto. Me acuerdo que dijo: “Sé que hace algunos días estuve parado aquí y te dije que para mí era imposible creer que había algo más allá de la muerte. Sé que dije eso, pero ahora no comprendo cómo pude haber creído en eso. Es obvio que la muerte no existe. El cuerpo muere, pero nada detiene nuestra evolución”.
Me contó que ambos habían seguido con los mismos trabajos transferenciales que habíamos estado haciendo antes, y con los mismos resultados. Había hecho muchos intentos, y todo parecía familiar e inevitable. Pero entonces las cosas empezaron a cambiar en ese espacio cavernoso con sus aguas contaminadas y las personas congeladas. Pudo cambiar la misma forma del espacio, y con eso, todo cambió: el río estaba limpio y fluía agua dadora de vida, la caverna se había transformado en un espacio abierto y él estaba diferente. Empezó a sentir que su relación con esas figuras cambiaba realmente. Se sintió capaz de reconciliarse con ellos, y las figuras empezaron a derretirse y a regresar a la vida. Me dijo que se sentía tan diferente que incluso ahora (días después) apenas podía comprender cómo solía pensar y sentir antes de ese cambio.
Esta ha sido una larga historia y, para evitar que se haga aun más larga, te contaré que E. murió poco tiempo después. Yo había estado fuera del país, pero su esposa me llamó para decirme que si quería verlo de nuevo, debía ir a verlo de inmediato. Pude pasar los últimos días junto a él, e incluso los últimos momentos. Digo “felizmente” porque así lo sentí, aunque en general él estaba inconsciente o “incoherente”, y aun se sentía asustado y sufriente. Es lo que vieron algunos testigos que presenciaron esta situación.
Hay personas que estaban allí, y que te dirán que E. murió asustado y con dolor, y sólo a ratos estaba consciente. A mí me pareció que estaba frente a un ser humano que durante varios días estuvo viviendo en dos mundos y trataba de comunicarnos esa realidad lo mejor que podía. En esos momentos traté de describirle la situación al Negro, y él dijo algo así como: “¿Me estás diciendo que cuanto más vigílico está, más estúpido se pone; pero cuando todos piensan que está loco, él está de lo más lúcido?” Hizo una pausa y luego concluyó: “Sí, eso parece muy posible.”
Un gran abrazo,
Danny